Mauricio Banchieri

Ingeniero Comercial, Magister en Ciencias y Sistemas de Información y consultor de empresas. Fundador de MZZO y Puro Chile.

Made in Chile: Desafíos pendientes en emprendimiento e innovación

Columna de Mauricio Banchieri. Lograr un “Made in Chile” implica una sociedad en la cual emprender e innovar sean conductas plausibles y reales.

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El titulo es atrayente y delata una eventual estrategia privada y una política publica para hacer de este slogan una realidad en la economía chilena. Lograr un “Made in Chile” implica una sociedad en la cual emprender e innovar sean conductas plausibles y reales como para poder creer en este concepto de “Hecho en Chile”.  Esto significa lograr transformar ideas en empresas y empresas en industrias de productos y servicios de valor agregado.

La palabra/concepto y también proceso llamado “innovación” ha sido sobre utilizada en los últimos cinco años y en mayor medida en los últimos tres. Todos quieren innovar, cosa que es muy buena,  o decir que lo hacen. Lo difícil, al menos desde mi punto de vista, es cómo hacer que este “proceso” pase de la retorica a la acción y finalmente nos ayude como país a alcanzar la anhelada Economía del Conocimiento.

La innovación, según el Diccionario de la Real Academia Española, es: la “creación o modificación de un producto, y su introducción en un mercado”. Esta definición nos lleva a deducir que en el caso de Chile, un país privilegiado en recursos naturales pero a su vez predominantemente solo extractor de estos, la innovación pasa por agregarle valor a nuestros productos y servicios.

Para esto es fundamental entender que la investigación y desarrollo I+D y la aplicación de ciencia y tecnología son claves. Esto ultimo, lo vengo escuchando desde el año 1997, por lo que no pretendo insistir en lo que ya sabemos pero no hacemos.

El emprendimiento, la innovación, y su respectiva creación de valor con su consiguiente aumento en la productividad de una sociedad (productividad total de los factores PTF) es el resultado de un proceso que se gesta necesariamente con trabajo publico y privado además de las universidades. Para que este proceso sea REAL, debe permear las bases de la sociedad.

Este proceso en Chile lamentablemente aun no ocurre. Esta comenzando, se prospecta bien, refleja el potencial que tenemos, pero no va a ocurrir mientras no se asuman diversos desafíos pendientes.

El primero de estos como ya lo mencione, es sin duda la inversión en I+D tanto publico como privado. El esfuerzo en esto debe ser sustantivo si queremos lograr lo que países como Finlandia, Irlanda o Australia han realizado.

Lo segundo es entender que Chile es un mercado pequeño; por lo tanto crear, innovar y emprender en nuevos productos y nuevos procesos es complejo dado que no existen las llamadas economías de escala. Dado lo anterior, estas economías se encuentran y se logran conquistando los mercados externos y ahí tenemos ventajas claras al tener tratados de libre comercio, infraestructura e institucionalidad que nos permiten acceder preferencialmente a esos mercados. Sin embargo, debemos lidiar con el desafío de ser un lugar geográfico lejano de los principales centros de consumo del mundo, con todo lo que ello implica (mayores costos de transporte, tiempos de entrega y otros).

Nuestra experiencia nos a demostrado que de no abordar nuestra problemática de escalar eficientemente nuestros volúmenes de producción, la inserción de productos chilenos especialmente agroalimentarios será prácticamente imposible.

El tercer punto es: “agregar valor”. Descomoditizar nuestra economía y aplicar tecnología, que en muchos casos es transferencia tecnológica para agregar valor a las distintas industrias con potencial exportador (Minería, Agrícola, Forestal, Pesca y otros) incluso en servicios, como el turismo. Dado las actuales condiciones de intercambio de nuestra divisa (apreciación del peso en los últimos 7 años) es clave desarrollar productos de alta gama, los cuales puedan ser comercializados a un mayor valor de lo que estamos acostumbrados a percibir.

El cuarto punto guarda relación con el acceso al crédito en lo general, y en particular a la creación de fondos de capital riesgo puro. En este punto quiero ser muy critico ya que si bien Chile presenta avances concretos en esta materia, el capital de riesgo como se entiende en otros mercados, en Chile pareciera estar mas cercano a un mercado de prestamos preferentes e intermediación financiera que a uno de capital de riesgo. Dividendos preferentes, clases de acciones y un sin numero de condiciones poco amigables para los emprendedores hacen de esto un bien escaso.

Esto ultimo, no nos debiera extrañar tanto en una sociedad que histórica y culturalmente esta acostumbrada a comprar sandias “caladas”.

La aversión al riesgo en Chile sigue siendo alta, esto sumado a la concentración del capital y abultados márgenes de algunas industrias generan desincentivos a la hora de invertir a riesgo en una economía como la Chilena.

Tomemos como ejemplo sobre este punto las recientes declaraciones del joven inversionista Israelí Arnon Kohavi ( Inversionista se va de Chile tras sólo 6 meses: “A quienes controlan este país no les importa nadie”)  o la preocupación de Corfo a medio andar del programa de Start Up Chile por el bajo capital que las empresas seleccionadas lograban levantar de los propios fondos chilenos.

Quinto, la evaluación de proyectos en Chile es tremendamente cortoplacista.  Más aún los relacionados a innovación. Los responsables de tomar estas decisiones en las empresas, que normalmente no cuentan con una política corporativa en esta materia, son medidos principalmente por la “ultima línea”.

El criterio común es: “el retorno sobre la inversión mas alto en el mínimo plazo”. Nuevamente, un desincentivo para innovar en empresas que buscan resultados inmediatos y que no están dispuestas a deteriorar los estados financieros de estas por un periodo corto o medio de tiempo, ni esperar por el retorno que generan estas inversiones  en el mediano o largo plazo.

Es sabido que innovaciones importantes e inversión en I+D generan impactos negativos en el corto plazo, pero los estudios demuestran que los retornos futuros equiparan y superan ese impacto negativo en el mediano o largo plazo.

Finalmente, para que todo lo anterior pueda tener éxitoy en el entendido que dado el tamaño de nuestra economía se requiere exportar bienes y servicios con valor agregado, no podemos dejar de lado la inversión en promoción y marca país fuera de Chile.

Lamentablemente, en esta materia hemos retrocedido considerablemente. Las instituciones publicas a cargo de esta tarea como Pro Chile y la Fundación Imagen País han disminuido sus presupuestos de una manera inexplicable.

Por momentos pareciera que la economía del comodity esta demasiado cómoda para salir de ella, o al menos  para quienes poseen los factores productivos,  los volúmenes y tamaños específicos de la economía basada en la extracción.

El presupuesto de Pro Chile para el mundo el año 2013 es un 40% menor al del 2012, pasando de US$28 a US$20. El presupuesto de la fundación Imagen País, hoy es un 50% menor al de la administración anterior, transformándose en la practica, en un departamento de estudio mas que una oficina de promoción de la marca Chile en el exterior.

Aun cuando hoy se pueden mostrar cifras records de exportaciones de productos con valor agregado, la base es muy pequeña y por otro lado, no esta claro si eso es merito de los emprendedores o del apoyo de estas agencias.

Todo esto, mientras países vecinos (Perú y Colombia) invierten con éxito en sus marcas países. En esta materia, Chile aun no logra tener una política de estado clara y consistente y esta es una tarea pendiente importante como política pública y privada.

Es responsabilidad de la sociedad en su conjunto y de todos sus sectores lograr abordar exitosamente los desafíos aquí expuestos para un Chile mejor.

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