COOPERACION  
UNIVERSIDAD-EMPRESA
Un noviazgo difícil
La relación entre investigadores y empresarios no logra todavía la mancomunión de un matrimonio. Más aún, permanece en la incertidumbre de un noviazgo que en algunos casos se prolonga por más de un decenio. El problema principal es que ninguna de las partes muestra la suficiente confianza en el otro como para dar el paso necesario a la formalización. Se valora el apoyo del Estado -principalmente a través del Fondef- pero se exige más...
Verónica Franco

En Chile la mayor capacidad de investigación -más del 80%- está en las universidades. Sin embargo, el contacto con el sector productivo, pese a los esfuerzos del Estado y de las propias instituciones de educación superior, parece no ser todo lo fluido que debiera.

Es que frente al desafío de aumentar la competitividad de nuestros productos de exportación, ya no es novedad que no basta con aumentar su volumen -lo que surge de la ventaja comparativa que significa disponer de recursos naturales mineros, agropecuarios y forestales-. Se requiere darles mayor valor agregado, lo que dependerá del ahorro y de la inversión para desarrollar nuevas áreas productivas, como de una infraestructura científico-tenológica que nos permita, efectivamente, ser competitivos.

Una encuesta nacional desarrollada por el Programa de Innovación Tecnológica del Ministerio de Economía y el Instituto Nacional de Estadísticas, INE, en 1995, permitió descubrir que apenas un 4% de la innovación habida en el sector manufacturero proviene de un trabajo con las universidades; el resto se consigue por catálogos, asistencia a ferias y exposiciones, adquisición de licencias, consulta de publicaciones o cooperación con otras empresas del área.

En general, los académicos perciben que las que mejor tienen incorporado el concepto de investigación y desarrollo son las grandes empresas. Existiría, además, una gran desconfianza del sector productivo frente a la 'ineficiencia' de la universidad, a la par con un desconocimiento de los académicos e investigadores respecto de cómo contactarse con las empresas y sus problemas. "No hay una apertura de la empresa hacia la universidad, de modo que ésta pueda dar respuestas", dice un alto directivo universitario.

Una relación más fluida

Sin embargo, en los últimos años ha habido avances en materia de vinculación con el 'medio externo' -como prefieren llamar en el mundo académico a las empresas públicas y privadas-.

El cambio sustancial se ha vivido desde principios de la década pasada, afirma el director de Planificación de la Universidad de Chile, Ricardo Isla. Según él, este cambio se debe a dos motivos principales: la empresa ha tomado mayor conciencia de la necesidad de los procesos innovadores para poder desarrollar sus productos y, a su vez, la universidad, debido a una escasez presupuestaria -el plantel tiene que financiar un 70% de su presupuesto con recursos propios-, ha tenido que ofrecer en venta sus servicios: los resultados de sus investigaciones.

Según Isla, uno de los principales factores de acercamiento entre el mundo académico y empresarial ha sido el Fondef, "el instrumento más importante de vinculación entre ambos sectores en estos momentos". La Universidad de Chile es una de las más activas en este campo, desarrollando el 45% del total de las iniciativas aprobadas. Sus 23 proyectos Fondef involucran el 40% de los recursos entregados a través de este fondo orientado a la investigación.

Sin embargo, la casa de estudios tiene una capacidad de investigación instalada que no se está aprovechando al máximo aún: "La relación que se ha dado hasta el momento ha sido interesante, aunque recién estamos rasguñando un poco la corteza, principalmente, porque muchos empresarios siguen prefiriendo importar tecnologías que están cercanas a la obsolescencia en lugar de desarrollar tecnologías propias..." dice.

Coincidente se muestra el director de Convenios de la Universidad Católica, Ángel Muga, quien ha estado ocupado del tema desde el año 1972. "Desde entonces asegura- la situación no ha variado mayormente: siguen siendo las grandes empresas las interesadas en innovar y, por lo tanto, interesadas en el desarrollo de investigaciones y de tecnologías propias, para lo que requieren acercarse a la universidad".

Muga añade que los sectores se comportan también de manera distinta entre sí.

Mientras las empresas financieras, las de servicios, de salud, agrícolas, de energía, del sector papelero, de la celulosa y del forestal están interesados en el tema, en el sector de las manufacturas no se ve similar preocupación, "y creo que prácticamente no tenemos proyectos en conjunto", afirma. Por lo mismo, sostiene que si hay un sector que 'presionar', es el manufacturero, para que gestione tecnología e innovación y conozca los instrumentos financieros con que cuenta para ello.

¿Investigación tecnológica o básica?

Quien no está de acuerdo con presionar a los empresarios por más recursos es Fernando Léniz, quien forma parte de la comisión que en los últimos dos años se ha ocupado de las llamadas 'Cátedras Presidenciales', que se entregan a investigadores en ciencias básicas. "No se justifica hacer investigación local, porque los equipos que uno compra, en general, vienen con su propia tecnología ... No se trata de un criterio economicista, sino que la responsabilidad principal de un empresario es producir bienes y servicios para la comunidad al costo más bajo posible; entonces, no puede estar haciendo investigación tecnológica porque sí", explica.

No obstante, el ex ministro se muestra más abierto a que las empresas se responsabilicen de impulsar la investigación tecnológica que la de carácter básico.

"Esta tiene resultados que son impredecibles y que no son apropiables claramente, o sea, que alguien tenga utilidades por un descubrimiento físico teórico o matemático, es sumamente difícil".

Por ello, el empresario dice ser partidario de que en Chile las ciencias básicas sean financiadas por el Estado. "Por eso y porque el científico tiene que tener libertad para cambiar su estudio hacia la ruta que más le interesa. No se le puede mantener ligado a la necesidad de producir resultados".

A juicio de Fernando Léniz, en todo caso, con el tiempo ha ido mejorando la comprensión de los empresarios de lo que es el rol de las universidades y también la del sector académico respecto de las exigencias que tienen las empresas. "Antes había un separación muy grande entre lo que era el mundo empresarial y las universidades.

Hoy en las empresas tradicionales, especialmente, hay mucha más relación con los institutos y con las universidades, lo que constituye un progreso notable respecto de lo que había antes".

El caso Codelco

Un ejemplo destacable es el de Codelco y el trabajo que desarrolla a través del Centro de Investigación Minera y Metalúrgica, CIMM. Su director, Ricardo Badilla, ve en el tema de la innovación tecnológica una barrera cultural importante entre las universidades y las empresas chilenas de primer nivel: "La productividad y el éxito que tienen éstas se debe a su propia capacidad de innovar. Es muy difícil inventar algo desde la universidad que a priori les va a servir, ésa es una utopía; primero se debería tener el nivel tecnológico que poseen esas empresas para recién tratar de crear algo que genere una innovación en ellas".

El CIMM, gracias a los convenios de cooperación en investigación con Codelco, ha ejecutado 140 proyectos en un período de cuatro años, de los cuales un 25% ha sido un éxito. Sólo el Valor Actualizado Neto (VAN) de la instalación de esos proyectos muestra que la inversión se recupera seis veces más que la inversión hecha. "Pero estamos hablando de innovaciones instaladas en el sector productivo, para lo cual hay que tener una empresa. Esto hubiera sido imposible sin una faena minera al lado para que se aplique esa innovación", afirma.

En el caso de las pequeñas y medianas empresas, Badilla señala que el tema es la sobrevida, pues tienen problemas de financiamiento, hay un proceso de ajuste y las tasas de interés son altas. "En este caso no se trata de un problema de innovación tecnológica, sino de un problema de innovación productiva, donde hay que modificar sistemas de control de calidad, de gestión, de desarrollo de productos y mejorar la producción. Esto no significa que no haya pequeños empresarios exitosos que sean capaces de inventar negocios nuevos que funcionan. Esa es la maravilla de la creación y de la innovación".

Buena disposición

Si bien ha habido dificultades hasta ahora en la vinculación entre universidad y empresa, el proceso ha tenido un gran impacto en el ofrecimiento de planes de posgrado en las principales universidades tradicionales del país. Mientras en la Universidad de Chile la oferta se eleva a 113 programas de Magister y 17 Doctorados -muchos tendientes a favorecer el desarrollo productivo- en la Universidad Católica la cifra alcanza a la cincuentena. En ambos casos, los académicos se muestran preocupados por la actualización y perfeccionamiento de sus conocimientos, lo que significa que en la Universidad de Chile un 60% de ellos tienen un posgrado, ya sea de la misma institución o de una del extranjero.

En la Universidad Católica , la preparación de los académicos en posgrados se hace absolutamente con recursos privados. Las donaciones de empresas o de personas naturales permiten, entre otras cosas, que cinco profesores e investigadores de diversas áreas salgan cada año al exterior a estudiar, con un costo global anual superior a los $200 millones.

"Al sector privado le gusta la Católica , se identifica con ella, le entrega aportes voluntarios, pero al momento de trabajar con ella, se resiste", dice Ángel Muga. Pese a ello, la relación con las empresas no es catalogada ni de difícil ni de 'tirante'. "No hay presiones de tiempo, pese a que sabemos que ellos preferirían resultados rápidos y que les diéramos certezas de que serán positivos".

Tampoco advierte resistencia de los científicos ni de los investigadores universitarios frente al tema económico. "En definitiva, las luces que da el Estado son que necesita investigación pertinente y está dispuesto a financiarla, por ejemplo, a través del Fondef. Entonces les está diciendo a los investigadores 'vincúlense al Fondef, tal como han estado trabajando en el Fondecyt'. Me parece trasnochado ver a los investigadores como puristas lejanos al dinero".

Los roces que quedan

El problema que sí reconoce el directivo de la UC es el reconocimiento que conlleva para un investigador el desarrollar un proyecto en ciencias básicas o hacerlo en alguna materia que le interese a la empresa. "Hasta ahora no se evalúa académicamente lo que se hace con un contrato para el sector produtivo, como se evalúa un proyecto Fondecyt, cuyos resultados aparecen en revistas científicas... y la carrera académica toma en cuenta cuántas veces has sido publicado, en qué revistas, por lo que el investigador que ha estado vinculado a la empresa con proyectos concretos se siente menoscabado académicamente.

En la Universidad de Chile, en tanto, se reconoce como el principal punto de diferencias entre los empresarios y los investigadores la presión por los resultados en plazos breves. "Un empresario que quiere entrar con sus productos a la Comunidad Europea o a Estados Unidos, tendrá que incorporar más conocimientos a su producto, no puede llegar sólo con la pera cosechada del árbol, nunca más... Y de esto está tomando conciencia. Pero no de que éste es un proceso que toma un tiempo de maduración", explica Ricardo Isla.

Está también el problema de la terminología de mercado: el 'producto', la 'venta' o el 'comercio' de los resultados de la investigación son términos que los investigadores puristas cuestionan, reconoce, pero añade que "está demostrado que mientras mayor vinculación hay entre investigación y sector productivo, se genera una mayor demanda de investigación básica. Entonces esa línea divisoria entre investigación pura e investigación aplicada ya no es tal".

Visión crítica

Severamente crítico con la labor que han desarrollado hasta ahora las universidades para vincularse al sector productivo y en particular con los investigadores por no abrirse mejor a las ciencias aplicadas, se muestra el rector de la Universidad Santo Tomás, el doctor Fernando Monckeberg, quien asegura que la investigación que en estos momentos se está haciendo en las universidades no tiene ninguna relación con las necesidades del país.

Destaca como una excepción los proyectos aprobados por el Fondef, pero añade que los recursos con que cuenta son muy limitados y que, en general, los investigadores prefieren recurrir al Fondecyt para desarrollar sus trabajos. "De esa forma, simplemente obtienen un proyecto Fondecyt, con algo que presentan por su propia iniciativa, y por ese año ya no tienen problemas, además de recibir un sobresueldo", ironiza Monckeberg. Los resultados la mayoría de las veces no son malos , "porque si son como lo imaginado, saldrán en una revista científica y si son al revés , también se van a publicar".

Este sector cuestiona no sólo la predilección de científicos e investigadores por las ciencias básicas, sino también la disposición de las universidades para dejarlos hacer, en circunstancias que su compromiso no debería estar sólo en la investigación sino en producir el contacto necesario con el sector productivo. "Eso significa conversar directamente con las empresas, conocer sus problemas y plantearles soluciones a través de investigación. Creo que la actitud masiva en las universidades de cruzarse de brazos y esperar revela falta de responsabilidad social o falta de interés en el desarrollo teórico del país".

"Yo diría que este país es pequeño, que tiene pocos recursos y no puede malgastarlos haciendo investigaciones que no tengan una orientación bien definida en beneficio de la sociedad", agrega el destacado nutricionista. A su juicio, incluso las Cátedras Presidenciales son una muestra "de cómo los académicos se acercan a los políticos y los engañan contando el cuento de la investigación básica, y obtienen recursos para sus propios proyectos, diciendo que son indispensables para llegar a la etapa de la investigación aplicada". Añade que en un 90% de los casos, sin embargo, esa investigación básica no tendrá nunca un efecto o una aplicación real, y que así ha ocurrido en los últimos 40 años.

¿Esta distancia no se deberá a que son puristas económicos, que no les gusta la relación de ciencia con dinero? "No -contesta- no creo que sea ése el asunto. En ellos hay algo que los lleva a la búsqueda de conocimiento nuevo, no lo niego, pero no les gusta tomar el riesgo que significa convencer a un empresario, comprometerse con él a solucionar un problema y responder si el proyecto desarrollado sólo le significa perder recursos".

Soluciones para mañana

La propuesta del doctor Monckeberg para mejorar la relación entre universidad y empresa pasa por establecer claros incentivos estatales, impulsar instancias como el Fondef y crear instituciones extra-universitarias que se dediquen a la investigación.

Ello, a su juicio, no requeriría de recursos estatales ni afectaría la calidad académica o de investigación de las universidades.

De acuerdo a un documento sobre Desarrollo Científico-Tecnológico para Competir, referido a la 'Interacción del Estado, Universidad y Empresa' -elaborado por el rector Monckeberg, en conjunto con Manuel Krauskopf y Marco Peretta, en la Universidad Santo Tomás- es indispensable que la creación y gestión de estas instituciones tengan un mínimo de sujeción estatal. "Así podrán atender las genuinas necesidades del sector productivo de bienes y servicios y, al mismo tiempo, eliminar los vicios burocráticos que interfieran la dinámica de su accionar".

Plantea luego que estos centros deben construirse en estrecho contacto con las universidades, aun cuando su gestión y administración sea independiente, ya que allí se encuentra la mayor parte del recurso humano altamente capacitado para la investigación y el equipo sofisticado de laboratorio. No obstante, promueve al mismo tiempo la contratación de investigadores extranjeros calificados, a fin de asegurar el desempeño funcional independiente de estos centros de investigación.

Artículo complementario

"Se está destruyendo el espíritu universitario"

 
Revista Correo de la Innovación.
Copyright © 1997
Compartir las patentes

Pese a las diferencias y a las dificultades, no es extraño que en la Universidad de Chile se dé una vinculación muy fuerte entre determinadas empresas y algunos investigadores, relación que se respeta, se impulsa, pero también se trata de institucionalizar. Esta situación se ha traducido, por ejemplo, en que el plantel tenga ya una política clara para enfrentar el tema de las patentes.

En general ésta se traduce en que la Universidad se lleve un 30% de ella, la empresa un porcentaje similar y el o los investigadores -que pueden ser uno, cuatro o veinte- se quedan con el 34% restante. En el caso de la investigación en ciencias básicas -que hasta ahora se hace únicamente con recursos de la institución- la patente es de la Universidad. Aunque una patente en Chile no es excesivamente clara -en general podría bordear los $ 700 mil -, Isla plantea la necesidad de que el Estado se ocupe de lo relacionado con ellas, en particular porque muchos productos, modelos o prototipos quedan sin patentar por falta de recursos. La situación se agudiza cuando se trata de obtener una patente a nivel mundial, lo que implica hacer un depósito inicial en alguna de las compañías encargadas del tema por montos que varían desde los US$40 mil a 200 mil.

Sólo a modo de ejemplo, el directivo de la Universidad de Chile recuerda que el desarrollo de un proyecto conjunto con Codelco permitió iniciar un proceso de lixiviación bacteriana en minerales muy pobres o en desechos de mineral. En este caso, Codelco optó por pagar a la Universidad por la licencia, y de la empresa dependerá si se patenta o no el proceso...

La política de la Universidad Católica frente al tema de las patentes es similar a la de la Universidad de Chile. Ángel Muga parte de la base de que no es posible dejar de lado la propiedad intelectual, <>, recuerda. No obstante, reconoce que es un problema que no se les presenta frecuentemente, ya que no son más de una o dos las patentes que se piden cada par de años.

 

Unversidad de Chile : Mirando al Futuro

Si bien reconoce aún como insuficiente el trabajo conjunto con las empresas, la Universidad de Chile tiene más de un ejemplo de buenos resultados en esta materia.

El encargado de Desarrollo del plantel, Andrés Vergara, destaca en particular un proyecto sobre información global climática al que se llegó tras un llamado a concurso convocado a nivel mundial por la Fundación IBM en 1992. En la oportunidad se presentaron cerca de 300 universidades, de las cuales se eligieron seis.

La única de Latinoamérica fue la Universidad de Chile.

Para participar en el proyecto, los investigadores chilenos presentaron una modulación matemática en que se unieron dos áreas muy disímiles: la Antártica con el Altiplano. Utilizando la misma metodología, se han podido identificar los recursos marinos que proceden de la Antártica y que influyen en la pesca; y por otra parte, el avance de la desertificación en el Norte. La IBM puso los equipos y US$ 500 mil para poner en práctica las investigaciones. La Universidad de Chile ha debido multiplicar varias veces ese monto en estos años, "pero vale la pena, porque nos hemos puesto a la cabeza en metodología de detección y modelación de recursos naturales en la región", dice Vergara.

Y como se trata de seguir avanzando, esta Universidad está involucrada en estos momentos en un proyecto de envergadura: pretende desarrollar en el marco del nuevo Campus de Laguna Carén, un Parque Tecnológico "donde la empresa innovadora y el investigador se junten para crear nuevos procesos y productos que puedan competir en el mercado, fundamentalmente no contaminantes", afirma el directivo. En estos momentos hay una fundación que está especialmente ocupada del tema, se han desarrollado ya algunos proyectos con fondos del Banco Interamericano y se están consiguiendo otros de la Comunidad Europea, por lo que se prevé que el Parque entre en funciones en 1999.

"Yo diría que este recinto será la expresión más clara de la interfase necesaria entre el sector productivo y la Universidad. El parque tecnológico puede estar localizado en la universidad, pero no es de ella ni de la empresa privada. Es una organización distinta en la que confluyen la demanda y la oferta y permite interactuar a los investigadores con empresas de distinto tipo y como país, nos permitirá competir en una economía globalizada con acuerdos comerciales con países vecinos . Nos dará una plataforma para entregar mejor nuestros productos.